El miedo o temor es una emoción caracterizada por una intensa sensación desagradable provocada por la percepción de un peligro, real o supuesto, presente, futuro o incluso pasado.
Es una emoción primaria que se deriva de la fobia natural al riesgo o la amenaza, y se manifiesta en todos los animales, lo que incluye al ser humano. Es un sentimiento natural de alarma entre los seres humanos que permite avisarnos de algún peligro. En ese sentido el miedo es una emoción positiva, pues nos permite protegernos de personas, hechos o circunstancias amenazantes. El miedo es negativo cuando se puede volver fobia, es decir, cuando genera inmovilidad y aislamiento. Superar el miedo como fobia requiere de tiempo, es fundamental hacer una introspección o inspección interna de la raíz de dichos temores con el objetivo de hacerles frente. Quizás la raíz de la fobia esté en la infancia, o quizás en algún suceso de nuestras vidas que nos haya afectado severamente el subconsciente, quizás mucho más de lo que podríamos creer; sea como fuere es necesario detectar de donde proviene el mal. Una vez que estamos convencidos de que se trata, se procede a enfrentar dichos miedos.
Todos en algún momento de nuestra vida hemos tenido contacto con personas que le tienen miedo exagerado a un ratón, a la oscuridad, a una cucaracha o a una araña. Existen cinco tipos de miedos:
1. Miedo genético. Este tipo de miedo se desarrolla por sobrevivencia y es inconsciente. Su acción es el alerta y luego puede atacar, paralizarse o huir.
2. Miedo real. Se desarrolla a partir de cualquier fuerza mayor a la de la persona, por ejemplo, un terremoto o un perro rabioso. Este miedo utiliza el sentido común que opta por huir, paralizarse o enfrentar la situación si es posible.
3. Miedo fantaseado (temor): Puede funcionar como una especie de predicción autocumplidora. Así que, puede o no puede ocurrir, pero en la mayoría de los casos sí ocurre porque la persona piensa tanto en este tipo de miedo. La angustia está en su más alto nivel aquí. Por ejemplo, cuando un alumno llega tarde a clase por haber estado ocupando parte del tiempo en hacer un examen de otra asignatura y cree que el profesor se va a enfadar por llegar tarde a su clase. En algunos casos, puede ocurrir que el profesor lo comprenda y no pase nada más que un susto.
4. Miedo fantaseado psicótico (temor): Altera el juicio de realidad. No distingue frontera de contacto. Su acción podría ser atacar o paralizarse. Ocurre generalmente en las personas afectadas por esquizofrenia y que tienen delirio de persecución o ven fantasmas.
5. Miedo por trauma. Se desarrolla a partir de accidentes, conflictos armados, asaltos, secuestros, abusos… Su acción es paralizante. Se revelan después de que pase el suceso, y pueden imposibilitar a la persona vivir una vida tranquila.
El mecanismo que desata el miedo se encuentra, tanto en personas como en animales, en el cerebro, concretamente en el cerebro reptiliano, que se encarga de regular acciones esenciales para la supervivencia como comer y respirar, y en el sistema límbico, que es el encargado de regular las emociones, la lucha, la huida, la evitación del dolor y en general todas las funciones de conservación del individuo y de la especie. Este sistema revisa de manera constante (incluso durante el sueño) toda la información que se recibe a través de los sentidos, y lo hace mediante la estructura llamada amígdala cerebral, que controla las emociones básicas, como el miedo y el afecto, y se encarga de localizar la fuente del peligro. Cuando la amígdala se activa se desencadena la sensación de miedo y ansiedad, y su respuesta puede ser la huida, el enfrentamiento o la paralización.
La extirpación de la amígdala parece eliminar el miedo en animales, pero tal cosa no sucede en humanos (que a lo sumo cambian su personalidad y se hacen más calmados), en los que el mecanismo del miedo y la agresividad es más complejo e interactúa con la corteza cerebral y otras partes del sistema límbico.
El miedo produce cambios fisiológicos inmediatos: se incrementa el metabolismo celular, aumenta la presión arterial, la glucosa en sangre y la actividad cerebral, así como la coagulación sanguínea. El sistema inmunitario se detiene (al igual que toda función no esencial), la sangre fluye a los músculos mayores (especialmente a las extremidades inferiores, en preparación para la huida) y el corazón bombea sangre a gran velocidad para llevar hormonas a las células (especialmente adrenalina). También se producen importantes modificaciones faciales: agrandamiento de los ojos para mejorar la visión, dilatación de las pupilas para facilitar la admisión de luz, la frente se arruga y los labios se estiran horizontalmente.
Las consecuencias del miedo pueden ser muy diversas, pero una exposición repetida a los estímulos que causan miedo puede provocar cambios duraderos en la conducta, los sentimientos y el funcionamiento psicofisiológico de las personas.
Encontramos varias reacciones ante el miedo:
1. Huída, para ponernos a salvo del peligro.
2. Ataque o lucha, para disuadir al contrario atacándole con un comportamiento agresivo.
3. Actitud sumisa, intentar pasar desapercibido para el otro.
Se puede dar una parálisis emocional, haciendo que se nos quede la mente en blanco o hablar de manera débil, entrecortada o evitando el contacto físico o visual.
El miedo nos produce un comportamiento que nos hace sentir incómodos. Queremos eliminar su efecto sobre nosotros. A veces, es posible reducir su intensidad. Para ello podemos llevar a cabo algunas medidas, entre ellas las siguientes:
1. Exposición directa al mismo de manera controlada. Sólo salir de la situación cuando el miedo haya alcanzado su pico de intensidad y comience a descender. A medida que nos expongamos al miedo van disminuyendo las emociones que nos provoca.
2. Podríamos preguntarnos qué es lo peor que podría pasar, poniéndonos en contacto así con esos sentimientos y emociones negativas.
3. Existen ejercicios y pensamientos positivos para vencerlo.
4. Tú no eres tu miedo. No podemos dejar que el miedo nos haga identificarnos con él y sentirnos avergonzados. Esto nos lleva al silencio, al secretismo y nos impide buscar ayuda.
5. Debemos distinguir los miedos amigos, aquellos que nos preparan para acometer, de los enemigos, que nos disuaden de que no lo hagamos.
6. No conviene buscarle justificación al miedo.
7. Busca consejo y ayuda de personas competentes. Alguien que pueda darte ánimo cuanto te encuentres desalentado.
En conclusión, todos hemos sentido el miedo alguna vez, de forma natural, pues nace del instinto y se va desarrollando con el conocimiento de nuestro entorno. Además, existe un miedo positivo y un miedo negativo. Para superar el negativo, el primer paso es identificarlo, y después tener un estado de ánimo adecuado. Del contrario, si no intentamos vencer los miedos sería una cobardía. Es bueno sentir miedo, pero debemos saber manejarlo, afrontarlo y procurar vencerlo.
Ana Contreras - 2º BCT